Y recuerdo que, en las alturas
de aquel amanecer, los párpados se iban en caída libre, aunque persistentes a
la combativa necesidad por vagar atento como los estándares mortales, pero arremetido
fui por los ecos, ellos; victimarios ensordecedores, crujiendo en sus rieles
mis huesos. Ante esa amenaza desaforada, sobre el suelo de aquella montaña, me
ofrecí al consuelo del letargo de mis pensamientos, tan eminentes fueron que
incluso REM despertaba en ira con la llamada del sol naciente, pero en vano
resultó su admirable esfuerzo que, incomprensible por mi adiós a un dormir en
quietud; preguntaron a coro estremecedor: - ¿Cuándo, en lo profundo de tu
humanidad, solo buscabas la exhalación del descanso más congruente al ser?, con
una muralla de palabras que se apresuraron en torrente verbal, preferí escupirlas
fuera de su alcance, como cenizas vistiendo los frailejones, antes que excusarme
por un errático padecimiento.
Y recuerdo que, en extraña transición
hacia un costado de la pena se hicieron, silbaron en susurro la brisa de
aquella mañana, tan sutil audiencia ante las quejas de un lastimero corazón que
soportó la fuerza más pura del amor, y que soportó el duelo más desafiante y tajante
como un despectivo del velo que, adrede; mis ojos vistieron. Y fue así, hasta
que el sueño profundo pudo absorberme por sobre la planicie y entonces fue tan
ligera y reconciliadora cura para el alma por ese fortuito y efímero encuentro
entre mis pies, con el aire frio, elevándose por la cúspide de las montañas que
miraron aún más alto, y los avatares asintieron, fueron halagos para el cielo.
Justo en ese momento la existencia dijo: - “esa es la sensación más cercana a
la serenidad del ser, la paz que el alma busca lejos de lacerantes memorias terrenales”.
Pero la ingratitud de la vida
se viste sensual ante la eucaristía kundalini, la banalidad del recuerdo exploró
por senderos más oscuros y recónditos de los pensamientos, como estandarte fulminante
para un congraciado ser con su fe. El aroma del pecado nuevamente se escurre
entre lejanos pero predecibles otoños y bailan y seducen cerca a mis canciones
en días grises, su extrema confianza no vacila, ella va segura de su victoria succubare, pero olvidó los atavíos que
ofrece la experiencia de un lastimero corazón que soportó la fuerza más pura
del amor y que soportó el duelo más desafiante del rencor hecho conciencia. Mi alma, provista está de las intenciones conforme surja la necesidad de supervivencia,
ahora conozco de bondad plena y de arrogancia casi absoluta, por eso ante cada
intento de amenaza, en parsimonia hallo cura para el ser.
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