martes, 26 de julio de 2016

En Parsimonia, su cura...

Y recuerdo que, en las alturas de aquel amanecer, los párpados se iban en caída libre, aunque persistentes a la combativa necesidad por vagar atento como los estándares mortales, pero arremetido fui por los ecos, ellos; victimarios ensordecedores, crujiendo en sus rieles mis huesos. Ante esa amenaza desaforada, sobre el suelo de aquella montaña, me ofrecí al consuelo del letargo de mis pensamientos, tan eminentes fueron que incluso REM despertaba en ira con la llamada del sol naciente, pero en vano resultó su admirable esfuerzo que, incomprensible por mi adiós a un dormir en quietud; preguntaron a coro estremecedor: - ¿Cuándo, en lo profundo de tu humanidad, solo buscabas la exhalación del descanso más congruente al ser?, con una muralla de palabras que se apresuraron en torrente verbal, preferí escupirlas fuera de su alcance, como cenizas vistiendo los frailejones, antes que excusarme por un errático padecimiento.
Y recuerdo que, en extraña transición hacia un costado de la pena se hicieron, silbaron en susurro la brisa de aquella mañana, tan sutil audiencia ante las quejas de un lastimero corazón que soportó la fuerza más pura del amor, y que soportó el duelo más desafiante y tajante como un despectivo del velo que, adrede; mis ojos vistieron. Y fue así, hasta que el sueño profundo pudo absorberme por sobre la planicie y entonces fue tan ligera y reconciliadora cura para el alma por ese fortuito y efímero encuentro entre mis pies, con el aire frio, elevándose por la cúspide de las montañas que miraron aún más alto, y los avatares asintieron, fueron halagos para el cielo. Justo en ese momento la existencia dijo: - “esa es la sensación más cercana a la serenidad del ser, la paz que el alma busca lejos de lacerantes memorias terrenales”.
Pero la ingratitud de la vida se viste sensual ante la eucaristía kundalini, la banalidad del recuerdo exploró por senderos más oscuros y recónditos de los pensamientos, como estandarte fulminante para un congraciado ser con su fe. El aroma del pecado nuevamente se escurre entre lejanos pero predecibles otoños y bailan y seducen cerca a mis canciones en días grises, su extrema confianza no vacila, ella va segura de su victoria succubare, pero olvidó los atavíos que ofrece la experiencia de un lastimero corazón que soportó la fuerza más pura del amor y que soportó el duelo más desafiante del rencor hecho conciencia. Mi alma, provista está de las intenciones conforme surja la necesidad de supervivencia, ahora conozco de bondad plena y de arrogancia casi absoluta, por eso ante cada intento de amenaza, en parsimonia hallo cura para el ser.

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