domingo, 22 de septiembre de 2013

Prisionero de tus memorias como las tuyas mías son

            Inicio este escrito formulando una interrogante: ¿podrían los vicios mortales borrarte de mí? Esas son las creencias que envisten desafiantes para poder aferrarme de una excusa que permita expandir los tramos que nos habían unido. Me he permitido pensarte más de lo que pueda laborar las ideas a diario, y me he permitido evocarte más de lo que figuren las fantasías más abstractas, porque ellas son muy tentadoras, siempre te traen de vuelta en el mejor de los escenarios, pero basta con volver a ahogarme por la premura de un suspiro nuevo para centrarme otra vez en lo cotidiano. Entonces conspiro en mi continuado refugio de desprestigio a ti, pero no tardo en definir que son las excusas para vislumbrarte como algo muy negativo, y eso no es cierto, no hay nada extraordinariamente malo en ti, solo acciones propias de los seres humanos, no te juzgo, ese no es mi propósito.
Las evidencias son muy fuertes, las memorias, ellas te traen a mi y no permiten que te deje ir, son la causa que admiten valorar momentos ya vividos que para mi pérdida de voluntad, en ti solo fueron momentos de exaltación fugaz. Las fechas, para ti fueron de mucha importancia recordarlas, yo solo mantengo una y cada navidad será imposible no traerla a mi presente, sin tu presencia, la que aun no concibo reemplazar. Sin embargo resalto los momentos, porque ellos fueron los que me dijeron que tú serias mi felices para siempre, porque ellos me cautivaron en tu esencia en esos continuos días a tu lado, y ellos fueron ostentosos, porque permitieron que burlara la fortaleza de mi desconfianza para sentarla únicamente en ti, como aquella ocasión en la que de tu boca palabras imperecederas lograron capturar la imagen de aquel lugar, en el que dreno mi espíritu y purgo mi alma, ese que desee compartir contigo y fue cuando dijiste que no sabrías si estaríamos juntos o no, pero lo guardarías contigo y fue el beso más sincero que haya recibido.
Las evidencias son muy fuertes, las memorias, ellas te traen a mi. Como quisiera poder contemplarte como un observador ausente en los momentos de tu soledad, únicamente para saber si evocas tanto de mí como yo de ti, solo para saber si puedo mantener la esperanza en que no fui el único que apostó por tanto y que ahora se queda con un poco menos que nada. Solo quisiera saber si te duele tanto como a mí la premura de una ruptura que no se comprende. Mis recuerdos intactos están, son un concilio para no sentirte tan distante y se que si fijaras las palabras en aquellas memorias que has dado por perdidas, tal vez seria posible que nos halláramos juntos de nuevo y para cuando esa fantasía tentadoramente impredecible sea realidad, prepararé la noche y volverás con el cambio de luna, y es porque no puedo evitar la mística que me produjo amarte y que hace que te recuerde como la fuerza misma que me mantiene fuera de este mundo. Que si los vicios mortales podrán borrarte de mi? Jamás! y es que resulta más fuerte ser prisionero de tus memorias como las tuyas mías son.


domingo, 15 de septiembre de 2013

Extintos los continuos amaneceres de aquellos días entre diciembre y enero...

       Ya no gozo del privilegio que me habías dado y es prudente extrañar la postura que ostentabas en trémulo deseo, en libido desafío, y en ese; tu singular sigilo y entonces como el invitado que vistiera tu belleza, fui a treparme por la aventura que insinuaron tus piernas. Ahora y en este ambivalente y extraño presente, ausente de mi todo estas tú. Me ardes en la piel, queman los idos recuerdos de tus besos y a solas en memorables noches, como velo de niebla, giran anhelos que a mi encuentro vienen como deseos ya vividos y solo para postergar mi soledad una vez más.

       El privilegio ya no es mio, ya no cuelgo en tus recuerdos, ya no vuelo sobre las formas de tu dilatada concupiscencia. Quedan solo metáforas diluidas en mi incesante espera, ésa que me dice que tal vez caminas senderos con un lejano retorno a mi idilio, ésa que me recuerda cuanto vales la pena, ésa misma que hoy revela una herida que aún no cicatriza, ésa que se compadece y me brinda algo de paciencia cuando recuerdo los extintos y continuos amaneceres de aquellos días entre diciembre y enero...